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sábado, 7 de mayo de 2016

REQUISITOS PARA FORMAR FINANCIERA A NUESTROS HIJOS


Valores que sustenten la formación financiera.
Sólo aquellos padres que tengamos valores de prosperidad, podemos ser congruentes y consistentes para brindar una buena formación financiera a nuestros hijos. Adultos honestos, responsables, respetuosos, cumplidos, pueden enseñar estos valores que guíen a nuestros hijos hacia un manejo ético de los recursos que administran. ¿Cómo pueden nuestros hijos aprender a ser honestos si quién le enseña la importancia del ahorro, roba los ahorros de los demás?, ¿Cómo pueden aprender nuestros hijos a respetar lo ajeno, si nosotros como padres no cuidamos lo que nos prestan y lo devolvemos dañado?. Los niños requieren de adultos cuyos comportamientos económicos (formas de ganar dinero y de administrarlo) sean un modelo para ellos.
Es importante diferenciar entre prosperidad (Ser ricos) y riqueza (Estar ricos) al igual que diferenciar entre ser pobres y estar pobres. La riqueza es un estado temporal. Se refiere a la cantidad de recursos que posee en un momento determinado una persona, una familia, una comunidad, una ciudad, un país A mayor cantidad de dinero, más rica económicamente es la persona. La prosperidad es un sentimiento duradero y profundo de abundancia, que genera paz, tranquilidad, seguridad y felicidad. También es un proceso que implica: a) Ser consciente de los recursos que se poseen, b) Mantener una actitud positiva hacia la vida y hacia lo que se posee, la cual lleva a la persona a disfrutar lo que tiene, a sentir abundancia y seguridad en sí misma y en el entorno y c) Saber manejar los recursos (pocos o muchos) que se poseen. Estar pobres, es no poseer dinero en un momento dado. Es una carencia temporal de recursos, mientras que Ser pobres (Cultura de Pobreza) es un sentimiento duradero y profundo de escasez que genera angustia, temor, inseguridad. También es un proceso que implica: a) No darse cuenta de los recursos que se poseen; b) Mantener una actitud negativa hacia la vida y hacia lo que se posee, la cual lleva a la persona a quejarse, criticar, envidiar, culpar a los demás de su situación y pensar que no tiene control sobre la misma, y c) Manejar inadecuadamente los recursos (pocos o muchos) que se poseen.

Creencias y Actitudes de prosperidad
Otro requisito para que la formación financiera de nuestros hijos sea apropiada, es que quienes la impartamos, mantengamos creencias y actitudes de prosperidad. Para comprender esto, debemos recordar la percepción que tres personas diferentes pueden tener sobre un vaso que contiene agua hasta la mitad. Una de ellas puede decir: “El vaso está medio vacío”, otra persona puede decir: “El vaso está medio lleno” y la tercera puede decir: “Aunque el vaso todavía tiene agua, es importante prepararnos para llenarlo”. Estos tres casos plantean tres actitudes diferentes: La primera, es una actitud centrada en la carencia, en lo que no se tiene, en lo que falta, en la escasez. Puede decirse que la persona tiende al pesimismo. La segunda persona manifiesta una actitud centrada en lo que tiene, en la abundancia, en la riqueza, puede decirse que es una actitud optimista. Finalmente la tercera actitud, es una actitud realista: La persona percibe la cantidad de agua que hay y a la vez, se prepara para mantener el vaso con agua y no dejarla acabar. Generalmente cuando una persona tiene creencias negativas y actitudes centradas en la escasez, decimos que la persona vive en una cultura de pobreza, pues no percibe lo que tiene sino lo que no tiene; en lugar de disfrutar los pocos o muchos recursos de que dispone, sufre, se angustia y se amarga por lo que no tiene, o lo que puede perder. Las personas que viven una cultura de pobreza, se quejan de la situación en que viven y atribuyen a otras personas la responsabilidad por dicha situación. La culpa de sus carencias, de sus desgracias son sus padres, sus familiares, su pareja, sus hijos, los vecinos, el barrio en que viven, los gobernantes, el Estado, etc., etc. No se dan cuenta que ellos mismos atraen la situación en que viven. Por esta misma razón, no encuentran, ni se preocupan por hacerlo, soluciones a su situación: Si la causa de sus problemas son otros, la solución está también afuera de ellos mismos: Cuando mis hijos crezcan…, cuando mis padres cambien…, cuando cambie el presidente, cuando se vayan los vecinos, cuando crezca, cuando mis profesores me entiendan, etc. Por lo tanto quedarán esperando situaciones favorables, en lugar de crearlas, a partir de apreciar las oportunidades que hay en su propia vida.
Las personas centradas en lo que poseen, normalmente viven en una cultura de prosperidad. Asumen responsabilidad por las situaciones que viven y buscan de manera activa soluciones a las mismas. Saben que en gran parte, de ellas depende la solución a sus dificultades. Son personas que disfrutan lo poco o mucho que poseen, lo cuidan y si es posible lo incrementan.
Las personas realistas, ven los dos lados de la moneda: Lo que poseen y lo que nó. Disfrutan, cuidan, comparten lo que tienen y buscan formas adecuadas de conseguir lo que desean; simultáneamente se preparan para las épocas de las “vacas flacas”, sea que lleguen o no. Saben que en cualquier momento pueden cambiar sus circunstancias más como se han preparado para lo que puede suceder (una crisis financiera, un huracán, una pérdida importante), están en mejores condiciones para hacerle frente. Saben que lo importante no es lo que suceda, sino lo que ellas hagan al respecto. También viven en una cultura de prosperidad y simultáneamente se preparan para situaciones temporales de carencia.
Los padres que asumen una cultura de prosperidad son quienes están mejor preparados para formar financieramente a sus hijos, pues transmiten actitudes de prosperidad, no sólo con palabras, sino también con sus propias vivencias. Recordemos que es el ejemplo la mejor forma de enseñar lo que queremos que aprendan.

Conocimientos pedagógicos, didácticos y metodológicos.

Muchos padres, incluso profesionales exitosos en sus áreas, no saben cómo transmitirles a los hijos sus conocimientos. Se requiere volver sencillos los contenidos financieros y económicos que deseamos enseñar, conocer la manera de pensar y aprender de los niños, acorde con su etapa evolutiva y desarrollar actividades lúdicas y concretas para facilitar un aprendizaje significativo.
Tener en cuenta la Etapa Evolutiva de los hijos: La formación financiera es diferente según el desarrollo de los hijos. Podemos clasificar el desarrollo evolutivo en tres etapas: Niños desde que nacen hasta los dos (2) años, niños en edad preescolar (entre los 2 y los 7 años) y niños en edad escolar (entre los 7 y 12 años). Posterior a los 12 años, se brinda una educación financiera a los adolescentes y finalmente a los adultos. Para efectos de este post, nos detendremos en la formación dada en la infancia (Hasta los doce años). Dentro de cada etapa, también hay algunas diferencias y es importante ajustarse a las mismas. Por ejemplo, aunque la edad escolar preescolar va desde los 2 hasta los 7 años, el desarrollo motriz, cognitivo, del lenguaje, socioemocional, varía mucho entre un niño de 3 años y uno de 7 años. Conocer estas diferencias es importante al dar cualquier tipo de educación, incluyendo la financiera.
Planear el tiempo, el espacio, las actividades y los recursos que se requieren para brindar una educación financiera: En el caso que las Instituciones Educativas brinden esta formación financiera, ¿Se va a trabajar todos los días?, se va a dedicar un tiempo semanal, quincenal o mensual?, se va a incluir esta formación dentro de una asignatura ya establecida o los contenidos financieros a enseñar se van a trabajar como temas transversales?, ¿Cómo se van a definir las políticas curriculares relacionadas con esta formación?, ¿Cómo se va a abordar el currículo oculto?, ¿Cómo se va a integrar a la comunidad educativa?, ¿Cómo se va a integrar esta formación con el Proyecto Educativo Institucional?; ¿Cuáles son los objetivos que la institución desea alcanzar con esta formación, a nivel general y en cada nivel: preescolar, básica y media?, ¿Qué actividades pueden llevarse a cabo para enseñar actitudes, valores, comportamientos económicos y contenidos?, ¿Cómo vamos a facilitar el desarrollo de los estudiantes a través de esta formación?. Responder estas y otras interrogantes, va a facilitar el incluir la formación financiera como una parte importante del currículo, más que dejarla al azar y netamente como parte del currículo oculto.
¿Cómo pueden los padres brindar a sus hijos una formación financiera?, Qué momentos de la vida cotidiana van a aprovechar para hacerlo?, ¿Van a dar a los hijos una mesada?, van a explicarles cómo administrar ese dinero para mantenerlo, incrementarlo, disfrutarlo y compartirlo?; ¿Cómo piensan manejar situaciones de adversidad?, ¿Cómo van a reaccionar frente a una pataleta del niño o niña?. Las respuestas a estas y otras preguntas, forman parte de las múltiples decisiones que requieren tomar para brindar una adecuada formación financiera.

La Preparación tanto de padres como de docentes (en los casos en que las Instituciones Educativas brinden esta formación financiera), es básica, pues generalmente la educación que se brinda en este sentido es más intuitiva que sistemática y no siempre los adultos manejan adecuadamente sus propias finanzas.
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